Allí, acurrucada a oscuras sobre su cama, buscaba entre el frío de la oscuridad un calor que sabía que no iba a encontrar, del que había perdido la esperanza de poseer jamás. Allí, dónde durante largos días de verano había habido una mirada de amor y al menos algo de felicidad, ahora solo había vacío seguido de lágrimas y dolor. Ella, la que había aprendido a mantener altos y fuertes los muros alrededor de su corazón, la que había aprendido a alejar cada sentimiento de amor, se encontraba allí, llorando acurrucada sin control con esos muros derruidos dejándola a total exposición. Sentía navajazos en su interior, sentía rasgarse cada rincón, y es que lo que sintió no era comparable a ningún dolor. Días y noches llorando sin consolación, gritando en silencio todo lo que él nunca escuchó. Y esos sueños sobre inviernos rodeada de su calor, no eran más que ahora puñaladas dolorosas directas al corazón. Nunca había creído en eso del amor. Siempre fría, encerrada tras muros que ocultaban cualquier rastro de emoción, cualquier rastro de dolor. Fuera llovía con furia, las gotas de lluvia caían deslizándose por la ventana como si de sus pómulos tratase. Alrededor de la cama se encontraban todas y cada una de las cartas en las que había desnudado su alma para él. Todas y cada una de las cartas en las que poco a poco y con indecisión había ido quitando una a una las piedras que formaban el muro que rodeaba su corazón y que ahora solo eran míseros trozos de papel rotos con odio que poco a poco y con el tiempo, le ayudarían a volver a construir ese caparazón.
Él nunca las leyó. Ella las rompió con dolor y odio en su corazón.
Él la dejó marchar, ella nunca se lo perdonará.
Me ha encantado cielo. Esto es una vuelta en condiciones. El detalle del caparazón y las gotas de lluvia ha sido genial. Espero que sigas escribiendo porque, se te da muy bien.
ResponderEliminarAy, Laura. No sé cómo debería decirte ya lo que me gusta leerte. Porque creo que te lo he dicho ya de demasiadas maneras y no sé cuáles me quedan y si serán suficientes o estarán a la altura. Siempre destaco que con poco dices mucho, porque pones tanto sentimiento en cada palabra que... Buf, Laura, ¡me encanta la intensidad de todas y cada una de tus palabras! Creo que esa es la manera en la que decido decírtelo hoy.
ResponderEliminarPD: Publiqué ya la quinta parte y mañana probablemente publique la sexta y última de "Con acento francés". Me alegró ver que te gustara tanto la historia :)
Solo espero que llegue alguien capaz de volver a derribar el caparazón y que además la haga sentir segura sin muros de por medio.
ResponderEliminarMe alegro de que hayas vuelto, de este modo y después de tanto tiempo. Laura, como siempre, un placer leerte.
Con mucho aprecio,
Lutz.
Aiii, esta entrada sí que me ha llegado, de verdad. Personas muy fuertes y ajenas al amor que de repente y sin remedio, caen en él. Creo que en realidad, esos muros se construyen para que los vean los de alrededor (no, no si a mi el amor no me va)dicen. Pero no, no creo que haya alguien en el mundo que alguna vez en su vida le haya abierto aunque sea una pequeña ventanita entre los ladrillos de su muro. Imposible. Hasta los más fuertes se enamoran, de eso estoy segura.
ResponderEliminarUn besazo muy grande, escribes genial.
ResponderEliminar"Tu nombre se enreda en mi pensamiento"...Así comenzaba su carta eterna...
Como gotas de lluvia enlazaba, torcía, anudaba, retenía, abrazaba sentimientos ausentes de palabras. Volaba como las últimas golondrinas que buscan tierras cálidas; ahuyentando fríos color pasión de su pecho...
Pero volvía a pensar en ella a cada minuto, a cada instante; a cada amanecer con su eterno atardecer; con horas perdidas sin final feliz. Cómo cesar y ponerle freno a lo que no se puede domar si el corazón exige lo que manda.
La emoción de sentirla muy adentro. El placer de avocar cosas jamás olvidadas. La voluntad que significa la vida diaria sin estar con ella. El aroma de su piel y su sudor mezclados con la saliva. El sabor de sus lágrimas eternas como el mar salado. La de veces que le decía:"Quédate un poquito más, anda"...El trago más amargo cuando se baja la mirada y sólo ve el suelo; la fría soledad que se expande donde no llega la palabra; el dolor que parecía ajeno...
La poesía sin duda abre heridas. Una terrible mezcolanza de otoño y verano, de sentimientos perdidos sin lugar ni origen. A veces es preferible no nacer o morir para siempre en momentos determinados. Tan lejos, tan lejano y tan solo como está Córdoba lejana y sola. En un atardecer junto al río Güadalquivir...perdido en luces plateadas de atardeceres con tres culturas. Aguas cansadas en meandros como tu recuerdo; tan lejanas y solas del amor cuyo nombre se enreda en el pensamiento...
Creo que es lo más tierno y triste que jamás hayas publicado en este blog.
ResponderEliminarYa sabes lo que pienso de todo.
Un gran abrazo, te aprecio un montón.
Eres grande Laura, nunca lo olvides <3
¡Qué bien volver a leer tus líneas! Me encantan. Expresas tanto con tan pocas palabras...
ResponderEliminarUn saludo :)
♥
ResponderEliminarme encanta tu blog, es muy bonito :). lo he puesto en blogs que sigo :).
ResponderEliminaryo estoy escribiendo uno, es una historia: http://historiadeunamor12345.blogspot.com.es/
Me gusta mucho tu blog, muchas de tus publicaciones me hacen sentir tan identificada.
ResponderEliminarNo dejes de publicar. Te encuentras bien?
Saludos.
Es genial... y no sabes cuán identificada me siento...
ResponderEliminarun abrazo