Estaba hecha de vacíos, de huecos incompletos que cada vez crecían con más fuerza. Era como un pájaro sin alas, se arrastraba a los pies de todos los que la rodeaban. Era como una abeja en un otoño permanente, no del todo viva, no del todo muerta, simplemente quieta, esperando.
Lloraba lágrimas secas, gritaba silencios. Nadie la veía, nadie la sentía. Era nadie, nada.
Saludos. Encontré tu blog por casualidad hace unas semanas, y solo quería hacerte saber que he disfrutado mucho leyéndolo.
ResponderEliminarSigue así.
Muchas gracias, espero que sigas leyéndolo, parece que ya nadie lo hace. Me alegra saber que aún hay personitas por aquí :)
EliminarLloro.
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